Ese
domingo por la mañana para Arturo, no era muy distinto a los otros
domingos desde hacía ya casi cuatro meses.
Se
levantó de la cama como todos los días, con el siempre inesperado y
desagradable sonido del despertador, pues aunque el domingo era su
único día de descanso en el trabajo, tenía que madrugar igualmente
para ir a visitar a su padre a la residencia.
Al
salir de casa, su mujer le volvió a reprochar que todos los domingos
hiciera lo mismo, se iba a visitar a su padre y volvía a la hora de
comer, perdiendo así la única mañana que tenían libre para hacer
cosas juntos con ella y los niños.
Esto
incomodaba mucho a Arturo y siempre acababan discutiendo por ello.
Después
de más o menos una hora conduciendo, llegaba a la residencia de
ancianos donde se encontraba internado su padre. Era una residencia
pequeña, de no más de 30 plazas, muy familiar, donde los ancianos
estaban realmente muy bien atendidos.
Arturo
encontró a su padre como siempre, paseando por el final del jardín,
justo donde crecían los árboles más grandes y donde se podía
respiraba un agradable aroma a naturaleza. Era el lugar preferido de
su padre, pues era hombre de campo y allí según él, se encontraba
“casi” como en casa.
-
¿Que tal papá, como estás? -Saludo Arturo
a su padre.
-
Buenos días Arturo, ¡Que bien que ya llegaste! Pues ahora mucho
mejor que ya estás aquí - contesto el padre
mientras abrazaba fuerte y afectuosamente a su hijo.
Para
el anciano, el domingo por la mañana se había convertido en su
momento preferido de la semana. Aunque él comprendía que su hijo no
pudiera venir a verlo más a menudo, por causas del trabajo y también
por la distancia a la que la residencia se encontraba, no podía
dejar de pensar a todas horas en el día en que todo cambiara y su
hijo pudiese venir a verlo más a menudo, pudiendo también traer a
sus nietos a los que tanto echaba de menos. Según su hijo “no
habían podido encontrar una residencia mas cerca de casa” y de
momento tendría que estar allí hasta que eso fuera posible.
-
¡Tenía muchas ganas de verte Arturo, porque tengo que contarte una
cosa muy interesante! ¿sabes? - Le dijo el
padre muy entusiasmado.
-
¡Yo también tenía ganas de verte, papá! Bueno, ¿y que es eso
tan interesante que tienes que contarme? -
contestó Arturo un poco intrigado.
-
¡Pues mira... que reloj mas bonito llevo puesto hoy! ¿te gusta?
- Le preguntó a su hijo a la vez que estiraba su brazo izquierdo
para enseñárselo.
-
Papa, este reloj lo tienes desde hace un montón de tiempo. ¿Verdad
que te lo compraste en el pueblecito ese donde hiciste el servicio
militar cuando eras joven? Me
lo has contado muchas veces, ¿recuerdas? -
le replicó Arturo a su padre, que cada semana daba mayores muestras
de falta de memoria.
-
¡Ah!, ¿si? - contestó un poco desilusionado el anciano.
Se
sentaron en un viejo banco de madera para descansar un poco. Arturo
abrió su periódico dominical por la sección de deportes y se puso
a leer, preocupado por la salud de su padre, mientras este, con las
manos entrelazadas encima de sus cansadas piernas, miraba
distraidamente y ajeno a cualquier preocupación, el cesped recién
cortado del jardín.
Al
poco rato, un pequeño pajarillo se posó en una ramita del seto,
justamente al lado de ellos. Piaba alegremente, posiblemente avisaba
a sus compañeros para que vinieran a ver tan bonito lugar. El padre
que estaba absorto en sus pensamientos, reparo en el animal y le
preguntó a su hijo:
-
¿Que es eso? - dijo, señalando al pajaro.
Arturo
levantó la mirada del periódico y mirando hacía el seto, le
contestó :
-
Un gorrión.
-
¿Que es eso? - volvió a preguntar el padre
señalando al gorrión.
-
¡Te lo acabo de decir, papá! ¡Un gorrión!
- contestó un poco molesto por la pregunta y volviendo a centrar su
atención en la lectura del periódico, pasando la página con
vehemencia.
El
pajarillo se asustó con el ruido del periódico y salió volando
hacía los árboles cercanos. El padre siguió su vuelo con la
mirada, hasta que finalmente se volvió a posar, esta vez en el
camino de piedra que cruzaba el jardín.
-
¿Que es eso? - preguntó nuevamente mirando
al gorrión.
-
¡Un gorrión, papá, un gorrión! ¡GO-
RRI- ÓN! -
gritó visiblemente alterado y enojado Arturo con la insistente
preguntita de su padre.
Este,
un poco asustado ante los gritos y aspavientos de su hijo, se quedó
callado por un momento pensando. No entendía porque le estaba
gritando de esa manera. Luego miró a su hijo y de nuevo le preguntó
señalando al pajarillo:
-
¿Que
es eso?
-
¿PORQUÉ ME HACES ESTO?, ¡JODER!, ¡YA TE LO HE DICHO UN MONTÓN DE
VECES! ¡ES UN GORRIÓN! ¿ES QUE NO LO ENTIENDES?, ¡MALDITA SEA! -
le gritó Arturo a su padre, escupiendo con toda la fuerza que le
permitían sus cuerdas vocales cada una de las palabras.
El
padre se levantó tranquilamente del banco y su hijo le volvió a
gritar:
-
¿Y AHORA DONDE VAS?
Con
un gesto de su mano, el padre le pidió que esperase un momento. Se
fue hacía el interior de la residencia con paso lento y decidido
desapareciendo tras las cortinas de la entrada.
El
pajarillo volvió a levantar el vuelo asustado ante tantos gritos,
perdiéndose de nuevo entre las ramas de los árboles. Arturo se
sintió triste y mal por haber tratado así a su padre. Dejó el
periódico a un lado y llevándose las manos a la cabeza, apoyó los
codos en las piernas y se lamentó en silencio. El pequeño rato que
tardó su padre en volver le pareció una eternidad. Finalmente su
padre regresó con lo que parecía un pequeño libro en sus manos. Al
acercarse pudo ver que era una vieja libreta, notablemente desgastada
por el paso del tiempo. Al llegar al banco se sentó de nuevo junto a
su hijo y empezó a hojear la libreta, buscando algo. Arturo no sabía
que hacer ni que decir, simplemente miraba como su padre pasaba
rápidamente las páginas de lo que parecía ser un diario personal.
Su padre finalmente se detuvo en la página que buscaba, le pasó el
diario a su hijo y le pidió que leyera lo que allí estaba escrito.
Arturo
empezó a leer para si mismo susurrando entre dientes...
-
¡En voz alta, por favor! - Le dijo su padre.
Arturo
empezó a leer:
-
Hoy mi hijo pequeño, Arturo, a
cumplido tres añitos. Estábamos jugando en un parque cuando un
pajarillo a posado sobre una piedra delante de nosotros. Mi hijo me
preguntó 18 veces seguidas: ¿Que era eso? A lo que yo le respondí
las 18 veces que eso era...
Un
gorrión.
Lo
abracé cada vez que me volvía a hacer la misma pregunta una y otra
vez, sintiendo por él un profundo amor por su infantil inocencia,
dando gracias por tenerlo a mi lado y poder disfrutar con sus cosas
de...
Arturo
no pudo seguir leyendo. Un nudo le apretaba fuertemente la garganta y
casi sin darse cuenta, dos sinceras lágrimas resbalaron por sus
mejillas. Abrazó a su padre fuerza besándolo en la cabeza como a
un niño pequeño sin poder dejar de llorar tristemente.
Mientras,
el gorrión que había vuelto a posarse delante de ellos, piaba
alegremente...
Moraleja:
(Para
el anciano).
Intenta
llegar a viejo con la mejor salud que puedas y la mente lo más
despierta posible, haciendo ejercicio físico y psíquico
regularmente, pues sino tendrás muchas probabilidades de acabar con
tus huesos en una residencia para la tercera edad, porque ya sabes
que si crías cuervos, al final más tarde o más temprano terminarán
sacándote los ojos.
(Para
el joven).
Es
de bien nacidos el ser agradecido y más aun con las personas que sin
dudarlo un segundo, estarían dispuestas a darlo TODO por ti.
Disfruta de tus padres todo el tiempo que te sea posible y quiérelos
mucho, pues jamás encontrarás en tu vida, ni con mucha suerte, más
de tres o cuatro personas que te quieran tanto como ellos.
Francisco
Rodríguez.
Nota: Relato escrito por mi, basado en el cortometraje "¿Que es eso?" dirigida por Constantin Pilayios y producida por Movie Teller films en 2007. Podéis verlo en:
http://www.youtube.com/watch?v=kckeoENihKM
http://www.youtube.com/watch?v=kckeoENihKM