martes, 13 de septiembre de 2011

EL PLATO DE MADERA.

  El anciano se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro añitos. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían del momento de la comida un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba el agua sobre el mantel.

   El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con tu Padre", dijo ella. "Ya lo hemos aguantado suficiente, derrama la leche hace ruido al comer y tira la comida al suelo".

  Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un plato de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver la tristeza en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran para reñirle cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida al suelo.

  El niño observaba todo esto diariamente en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá y mamá observaron que su hijo estaba jugando con unos trozos de madera en el suelo. Le preguntaron dulcemente: "¿Que estás haciendo, pequeñín?" Con la misma dulzura el niño les contestó: "Ah, estoy haciendo unos bonitos platos de madera, para que cuando yo crezca, ustedes puedan comer en ellos." Sonrió y siguió alegremente con su tarea.

  Las palabras del pequeño golpearon a sus padres, de tal forma que se quedaron sin habla mientras unas amargas lágrimas rodaban por sus mejillas.  Ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían muy bien lo que tenían que hacer. Esa tarde el esposo tomo gentilmente la mano del Padre y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días volvió a ocupar un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa parecían molestarse mas, cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.


  Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitaran esa actitud por el resto de sus vidas.   He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo. 
  He aprendido que aun tengo mucho que aprender y nunca sabes quién te dará la próxima lección. En este caso fue un niño, pero mañana puede ser cualquier persona... Quiere mucho a tus mayores y sobre todo enséñales a los más pequeños a ser mejor persona cada día.

Un saludo a todos,
Fran.  

4 comentarios:

  1. precioso. como todos tus relatos

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  2. DE DÓNDE HAS SACADO ÉSTA HISTORIA?

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  3. franky verdaderamente precioso.

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  4. Es precioso pero muy triste. Es importante saber cuales son nuestras responsabilidades como hijos y ser conscientes de q alcanzar una edad avanzada es, con suerte si la podemos alcanzar, algo q nos puede llegar a todos. Lus Garcia.

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