miércoles, 11 de julio de 2012

UN GORRIÓN



Ese domingo por la mañana para Arturo, no era muy distinto a los otros domingos desde hacía ya casi cuatro meses.

  Se levantó de la cama como todos los días, con el siempre inesperado y desagradable sonido del despertador, pues aunque el domingo era su único día de descanso en el trabajo, tenía que madrugar igualmente para ir a visitar a su padre a la residencia.

  Al salir de casa, su mujer le volvió a reprochar que todos los domingos hiciera lo mismo, se iba a visitar a su padre y volvía a la hora de comer, perdiendo así la única mañana que tenían libre para hacer cosas juntos con ella y los niños.

  Esto incomodaba mucho a Arturo y siempre acababan discutiendo por ello.

 Después de más o menos una hora conduciendo, llegaba a la residencia de ancianos donde se encontraba internado su padre. Era una residencia pequeña, de no más de 30 plazas, muy familiar, donde los ancianos estaban realmente muy bien atendidos.

  Arturo encontró a su padre como siempre, paseando por el final del jardín, justo donde crecían los árboles más grandes y donde se podía respiraba un agradable aroma a naturaleza. Era el lugar preferido de su padre, pues era hombre de campo y allí según él, se encontraba “casi” como en casa.

  - ¿Que tal papá, como estás? -Saludo Arturo a su padre.
  - Buenos días Arturo, ¡Que bien que ya llegaste! Pues ahora mucho mejor que ya estás aquí - contesto el padre mientras abrazaba fuerte y afectuosamente a su hijo.

  Para el anciano, el domingo por la mañana se había convertido en su momento preferido de la semana. Aunque él comprendía que su hijo no pudiera venir a verlo más a menudo, por causas del trabajo y también por la distancia a la que la residencia se encontraba, no podía dejar de pensar a todas horas en el día en que todo cambiara y su hijo pudiese venir a verlo más a menudo, pudiendo también traer a sus nietos a los que tanto echaba de menos. Según su hijo “no habían podido encontrar una residencia mas cerca de casa” y de momento tendría que estar allí hasta que eso fuera posible.
    - ¡Tenía muchas ganas de verte Arturo, porque tengo que contarte una cosa muy interesante! ¿sabes? - Le dijo el padre muy entusiasmado.
    - ¡Yo también tenía ganas de verte, papá! Bueno, ¿y que es eso tan interesante que tienes que contarme? - contestó Arturo un poco intrigado.
    - ¡Pues mira... que reloj mas bonito llevo puesto hoy! ¿te gusta? - Le preguntó a su hijo a la vez que estiraba su brazo izquierdo para enseñárselo.
    - Papa, este reloj lo tienes desde hace un montón de tiempo. ¿Verdad que te lo compraste en el pueblecito ese donde hiciste el servicio militar cuando eras joven? Me lo has contado muchas veces, ¿recuerdas? - le replicó Arturo a su padre, que cada semana daba mayores muestras de falta de memoria.
    - ¡Ah!, ¿si? - contestó un poco desilusionado el anciano.
  Se sentaron en un viejo banco de madera para descansar un poco. Arturo abrió su periódico dominical por la sección de deportes y se puso a leer, preocupado por la salud de su padre, mientras este, con las manos entrelazadas encima de sus cansadas piernas, miraba distraidamente y ajeno a cualquier preocupación, el cesped recién cortado del jardín.

  Al poco rato, un pequeño pajarillo se posó en una ramita del seto, justamente al lado de ellos. Piaba alegremente, posiblemente avisaba a sus compañeros para que vinieran a ver tan bonito lugar. El padre que estaba absorto en sus pensamientos, reparo en el animal y le preguntó a su hijo:
    - ¿Que es eso? - dijo, señalando al pajaro.
  Arturo levantó la mirada del periódico y mirando hacía el seto, le contestó :
    - Un gorrión.
    - ¿Que es eso? - volvió a preguntar el padre señalando al gorrión.
    - ¡Te lo acabo de decir, papá! ¡Un gorrión! - contestó un poco molesto por la pregunta y volviendo a centrar su atención en la lectura del periódico, pasando la página con vehemencia.
  El pajarillo se asustó con el ruido del periódico y salió volando hacía los árboles cercanos. El padre siguió su vuelo con la mirada, hasta que finalmente se volvió a posar, esta vez en el camino de piedra que cruzaba el jardín.
       - ¿Que es eso? - preguntó nuevamente mirando al gorrión.
       - ¡Un gorrión, papá, un gorrión! ¡GO- RRI- ÓN! - gritó visiblemente alterado y enojado Arturo con la insistente preguntita de su padre.

  Este, un poco asustado ante los gritos y aspavientos de su hijo, se quedó callado por un momento pensando. No entendía porque le estaba gritando de esa manera. Luego miró a su hijo y de nuevo le preguntó señalando al pajarillo:

         - ¿Que es eso?
    - ¿PORQUÉ ME HACES ESTO?, ¡JODER!, ¡YA TE LO HE DICHO UN MONTÓN DE VECES! ¡ES UN GORRIÓN! ¿ES QUE NO LO ENTIENDES?, ¡MALDITA SEA! - le gritó Arturo a su padre, escupiendo con toda la fuerza que le permitían sus cuerdas vocales cada una de las palabras.

  El padre se levantó tranquilamente del banco y su hijo le volvió a gritar:

        - ¿Y AHORA DONDE VAS?

  Con un gesto de su mano, el padre le pidió que esperase un momento. Se fue hacía el interior de la residencia con paso lento y decidido desapareciendo tras las cortinas de la entrada.
  El pajarillo volvió a levantar el vuelo asustado ante tantos gritos, perdiéndose de nuevo entre las ramas de los árboles. Arturo se sintió triste y mal por haber tratado así a su padre. Dejó el periódico a un lado y llevándose las manos a la cabeza, apoyó los codos en las piernas y se lamentó en silencio. El pequeño rato que tardó su padre en volver le pareció una eternidad. Finalmente su padre regresó con lo que parecía un pequeño libro en sus manos. Al acercarse pudo ver que era una vieja libreta, notablemente desgastada por el paso del tiempo. Al llegar al banco se sentó de nuevo junto a su hijo y empezó a hojear la libreta, buscando algo. Arturo no sabía que hacer ni que decir, simplemente miraba como su padre pasaba rápidamente las páginas de lo que parecía ser un diario personal. Su padre finalmente se detuvo en la página que buscaba, le pasó el diario a su hijo y le pidió que leyera lo que allí estaba escrito.

  Arturo empezó a leer para si mismo susurrando entre dientes...

       - ¡En voz alta, por favor! - Le dijo su padre.

  Arturo empezó a leer:

      - Hoy mi hijo pequeño, Arturo, a cumplido tres añitos. Estábamos jugando en un parque cuando un pajarillo a posado sobre una piedra delante de nosotros. Mi hijo me preguntó 18 veces seguidas: ¿Que era eso? A lo que yo le respondí las 18 veces que eso era...
      Un gorrión.
  Lo abracé cada vez que me volvía a hacer la misma pregunta una y otra vez, sintiendo por él un profundo amor por su infantil inocencia, dando gracias por tenerlo a mi lado y poder disfrutar con sus cosas de...

  Arturo no pudo seguir leyendo. Un nudo le apretaba fuertemente la garganta y casi sin darse cuenta, dos sinceras lágrimas resbalaron por sus mejillas. Abrazó a su padre fuerza besándolo en la cabeza como a un niño pequeño sin poder dejar de llorar tristemente.

 Mientras, el gorrión que había vuelto a posarse delante de ellos, piaba alegremente...

Moraleja:
(Para el anciano).
  Intenta llegar a viejo con la mejor salud que puedas y la mente lo más despierta posible, haciendo ejercicio físico y psíquico regularmente, pues sino tendrás muchas probabilidades de acabar con tus huesos en una residencia para la tercera edad, porque ya sabes que si crías cuervos, al final más tarde o más temprano terminarán sacándote los ojos.

(Para el joven).
  Es de bien nacidos el ser agradecido y más aun con las personas que sin dudarlo un segundo, estarían dispuestas a darlo TODO por ti. Disfruta de tus padres todo el tiempo que te sea posible y quiérelos mucho, pues jamás encontrarás en tu vida, ni con mucha suerte, más de tres o cuatro personas que te quieran tanto como ellos.

Francisco Rodríguez.

Nota: Relato escrito por mi, basado en el cortometraje "¿Que es eso?" dirigida por Constantin Pilayios y producida por Movie Teller films en 2007. Podéis verlo en:
http://www.youtube.com/watch?v=kckeoENihKM




martes, 3 de julio de 2012

¿Animales racionales? ...


   No busquemos a ningún culpable. La culpa de este desastre no es ni de los operarios que montaban placas solares, ni del hombre que quemo rastrojos en su campo, ni de los políticos que recortan presupuesto de limpieza del monte, ni de nadie en particular...

   Si estos casos concretos no hubiesen ocurrido, seguramente hubiesen ocurridos cualquier otros. Culpables somos TODOS. Pensad un momento, reflexionar sobre esto y llegaréis a la terrible conclusión de que el culpable de este desastre y de otros muchos que vendrán después, no es otro que... la devastadora RAZA HUMANA. 

   Para este planeta somos lo peor que ha podido nacer en él y por ello  hoy no puedo sino tener un repugnante sentimiento de vergüenza e irresponsabilidad hacía nosotros mismos.   Menos mal que los animales y las plantas no pueden expresarse... menos mal!

   Desde hoy y hasta donde me alcance la memoria, perseveraré en el empeño de intentar reparar en la medida de mis posibilidades esta sin razón humana. Quizás como ya nos ocurrió antes con la antigua "civilización" de la Atlántida, alguien, más pronto que tarde, nos ponga en nuestro sitio... 

   Desde aquí quiero dar mi más sentido pésame en primer lugar, a la familia del piloto de helicóptero que ha perdido su vida en este incendio y en segundo lugar a todos los que hoy como yo, sienten esto como una perdida propia. 

  Por favor empecemos juntos, al menos a intentar mejorar cada día, pues hemos demostrado en incontables ocasiones de lo que somos capaces cuando queremos y perseguimos algo con verdadero ahínco. Creo que merece muy mucho la pena. Muchas gracias.


Fran.