Él se tumbó a mi lado, me miró a los ojos con ternura
como muchas otras veces y me acarició la cabeza. Noté como sus manos
temblaban…o era yo el que estaba temblando. Ahora no lo recuerdo claramente. Presentí
que algo no iba del todo bien. Dicen que los perros tenemos un sexto sentido
que nos advierten de estas cosas, pero en este caso no fue necesario usarlo,
era evidente. No sabía en aquel momento de que se trataba exactamente, pero
algo no iba bien…
Hacía ya varios días que presentía que mi familia no
estaba bien. Algo les preocupaba y se les notaba a todos un poco tristes. Justo
ahora que volvíamos a disfrutar de la vida como cuando estábamos todos juntos.
Que buenos tiempos aquellos… estaban todos. Papá, Mamá, los tres niños y yo.
Una bonita familia. Recuerdo que mi preferido por aquel entones era el hijo
mayor. Que tío mas salao. Él me enseño casi todo lo que se, me bautizó con el
nombre de Blade y fue mi mejor amigo
durante muchos años, pero un buen día se fue y ya no volvía a casa todos los
días. Tan solo venía dos o tres veces al año. Creo que vive con otra familia,
pues cuando nos visita, lo acompañan siempre una mujer, dos niños “nuevos” y
una perrita blanca muy guapa, bastante más pequeña que yo, pero algo gruñona.
Me ladraba mucho al principio, pero con el tiempo conseguí que fuera mi amiga y
nos encanta volver a vernos de vez en cuando. Todos son muy simpáticos y noté
enseguida que eran personas a las que les gustábamos los animales. Pensé
entonces que no había perdido a mi amigo, sino que había ganado tres más, bueno
cuatro contando a la perrita también.
Pronto el hijo mediano ocupó en mi vida el lugar del
hijo mayor, y con él fui creciendo feliz siempre a su lado, pues gracias a su
cariño y compañía, la ausencia de mi amigo se me hizo mucho más llevadera. Pasé
a dormir en su cuarto y desde entonces no ha pasado ni un solo día que no me
duerma escuchando su respiración y oliendo su cuerpo. Sin darme apenas cuenta
se fue convirtiendo en alguien único e irremplazable en mi vida. A él se lo
permitía todo, bueno casi todo, porque hay una cosa que no me ha gustado nunca
y es que me cojan en brazos como si fuera un perrito pequeño. Tengo que
reconocer que me da un poco de vergüenza, que le voy ha hacer.
Pasó el tiempo y un día empecé a darme cuenta que el
Padre hacía ya mucho tiempo que no volvía a casa. Quizás por eso mi Amigo
estaba tan triste y en repetidas ocasiones lo encontraba llorando a solas en
nuestra habitación. Yo no sabía lo que le pasaba, pero lo que si sabía era que
había llegado el momento de devolverle el favor que un día me hizo. Y así fue
que desde entonces no me separé ni un segundo de su lado, al igual que el hizo
conmigo años atrás. Esto nos hizo unir más aun si cabe, nuestros ya de por si
fuertes lazos de amistad y justo ahora que empezábamos a disfrutar otra vez de
la vida, me pongo malito y me llevan al veterinario.
No sé que me pasa pero me encuentro muy débil, casi
sin ganas ni de comer. Estoy deseando recuperarme para volver a jugar y pasear
con mi Amigo por aquel parque tan grande al que acostumbramos a ir todas las
semanas.
Ayer volvimos de nuevo al veterinario, pues no consigo
mejorar y ya llevo así muchos días. Ya ni como nada, porque eso me hace sentir
aun peor y aunque me encontraba mas mal que nunca, me alegró mucho observar que
además de mi Amigo, nos acompañaba también en esta ocasión, el hijo pequeño y
Mamá. Eso me hizo muy feliz, pero ni aún así encontré fuerzas para caminar el corto
trecho que nos separaba del coche a la consulta. Mi Amigo pareció darse cuenta
y se agachó para cogerme en sus brazos. Yo no opuse resistencia como otras
veces y lo dejé hacer. Lo miré y moví el rabito un par de veces en señal de
agradecimiento. Él pareció entenderme, pues no dejo de darme besos hasta que
llegamos a la consulta donde me dejó suavemente encima de la camilla.
Él se tumbó a
mi lado, me miró a los ojos con ternura como muchas otras veces y me acarició
la cabeza. Noté como sus manos temblaban…o era yo el que estaba temblando.
Ahora no lo recuerdo claramente. Presentí que algo no iba del todo bien. Dicen
que los perros tenemos un sexto sentido que nos advierten de estas cosas, pero
en este caso no fue necesario usarlo, era evidente. No sabía en aquel momento
de que se trataba exactamente, pero algo no iba bien.
Me costó entender lo que me decía mi Amigo, porque le
temblaba también mucho la voz y yo casi estaba dormido, pero creo que me dijo
con la voz entrecortada:
- Chico… te quiero mucho… lo sabes, ¿verdad? ¡No te
imaginas cuanto te quiero!
No se porque mi Amigo lloraba de esa manera… algo le
debería de estar doliendo mucho, pero para mi fue el momento más Feliz de toda
mi vida, pues al escucharle decir eso, pude sentir el Verdadero Amor, ese que
solo nace en lo más profundo del Alma. Me hizo tan feliz que incluso pude
volver a mover el rabito en un último esfuerzo. Mamá y el niño pequeño también
me acariciaban y me decían cosas bonitas. Me acordé en ese momento de mi primer
amigo, el hijo mayor, e incluso pude llegar a sentirle cerca, a pesar de la distancia
que nos separaba. También me abrazó con mucho Amor, como intentando
transmitirme parte de su fuerza… Fue en ese momento, cuando los ojos se me
fueron cerrando poco a poco, vencidos por el “sueño” y lo último que vi fue la
cara de mi Amigo, al que aun le
temblaban los labios mientras me seguía susurrando palabras preciosas en mis
orejotas. El último olor que recuerdo es el de sus manos cogiéndome la cara y solo
por un instante creí volver a verlos a todos juntos otra vez; Papá, al que
hacía tiempo que no lo veía, Mamá y los tres niños a mi alrededor y por eso me
sentí de nuevo el perro más Feliz del Mundo.
Después… después ya no recuerdo nada más…
Lo único que se, es que fui muy feliz con todos ellos,
especialmente con el niño mediano, con el que aprendí el Verdadero sentido de
la palabra Lealtad y del que puedo
decir sin duda, que siempre fue…
Mi
Mejor Amigo.
Siempre
vuestro.
Blade.
Moraleja:
Si te esfuerzas cada día, en vivir con Lealtad hacía
tus amigos, vivirás una vida llena de satisfacción, de Amor, de Aprecio y
Admiración mutua. Los Amigos al igual que la familia, pueden estar cerca, o pueden
estar separados por la distancia, o incluso pueden ya no estar, pero ten por
seguro, que si actúas de esta manera, todos ellos cuando ya no estés, al
levantarse y mirar al Cielo cada mañana te recordarán, y al hacerlo se les
dibujará una sonrisa de felicidad en sus caras. Entonces podrás sentir que haz
hecho Feliz a muchas personas y ese será el mejor de los regalos que jamás
recibirás.
Sentirás que ha merecido la pena Vivir.